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JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO Domingo 20 de noviembre de 2022

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Lucas describe con acentos trágicos la agonía de Jesús en medio de las burlas y sarcasmos de quienes lo rodean. Nadie parece valorar su gesto. Nadie ha captado su amor a los últimos. Nadie ha visto en su rostro la mirada compasiva del Dios Amor al ser humano.

Desde una cierta distancia, las autoridades religiosas y el pueblo judío se burlan de Jesús haciendo muecas: ”A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios”. Los soldados de Pilato, al verlo sediento, le ofrecen un vino avinagrado muy popular entre ellos, mientras se ríen de él: Si tú eres rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Lo mismo le dice uno de los delincuentes, crucificado junto a él: ¿No eres el Mesías? Pues sálvate a ti mismo.

Hasta tres veces repite Lucas la burla: ”sálvate a ti mismo”. ¿Qué Mesías puede ser éste si no tiene poder para salvarse a sí mismo? ¿Qué clase de Rey puede ser? ¿Cómo va a salvar a su pueblo de la opresión de Roma si no puede escapar de los cuatro soldados que vigilan su agonía? ¿Cómo va a estar Dios de su parte si no interviene para liberarlo?

De pronto, en medio de tanta burla, una invocación: ”Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Es el otro delincuente que reconoce la inocencia de Jesús, confiesa su culpa y sólo pide a Jesús que se acuerde él. Jesús le responde de inmediato: ”hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora están los dos agonizando, unidos en el desamparo y la impotencia. Pero hoy mismo estarán los dos juntos disfrutando de la vida del Padre… del paraíso.

¿Qué sería de nosotros si el Enviado de Dios buscara su propia salvación escapando de esa cruz que lo une para siempre a todos los crucificados de la historia? ¿Cómo podríamos creer en un Dios que nos dejara hundidos en nuestro pecado y en nuestra impotencia ante la muerte? ¿Cuál es la postura más digna ante ese Crucificado, revelación suprema de la cercanía de Dios al sufrimiento del mundo, burlarse de él o invocarlo?

 

”Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. (Lucas 23, 35-43)
Autor:
Monseñor Sergio Pulido Gutiérrez