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DOMINGO DE ADVIENTO Domingo 18 de diciembre de 2022

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El evangelista Mateo tiene un interés especial en decirnos que Jesús ha de ser llamado también «Emmanuel». Sabemos bien que puede resultar extraño. ¿A quién se le puede llamar con un nombre que significa «Dios con nosotros»? Sin embargo, este nombre encierra el núcleo de la fe católica y es el centro de la celebración de la Navidad.

Ese misterio último que nos rodea por todas partes y que los creyentes llamamos «Dios» no es algo lejano. Está con todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo lo puedo saber? ¿Es posible creer que Dios está conmigo si yo no tengo alguna experiencia personal de Él?

Por lo general, a los católicos no se nos ha enseñado a percibir la presencia del misterio de Dios en nuestro interior, en nuestro Sí-mismo. Por eso muchos lo imaginan en algún lugar indefinido y abstracto del universo. Otros lo buscan adorando a Cristo-Jesús presente en la Eucaristía. Bastantes tratan de escucharlo en la Biblia. Para otros, el mejor camino es Jesús.

El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera vivo dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nosotros podremos rastrear, buscar, su presencia en nuestro entorno.

¿Pero, es posible? Sí. El secreto consiste sobre todo en saber estar con los ojos cerrados y en silencio apacible, acogiendo dócilmente con un corazón sencillo esa presencia misteriosa que nos está alentando y sosteniendo. No se trata de pensar y pensar en eso, sino de estar «acogiendo» la paz, la vida, el perdón, la belleza, la bondad, el amor...

El sacerdote jesuita, Karl Rahner, uno de los teólogos más importantes del siglo XX, afirma que, en medio de la sociedad secular de nuestros días, «esta experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre». El misterio último de la vida es un misterio de bondad, de perdón y salvación, que está con nosotros: dentro de todos y cada uno de nosotros. Si lo acogemos en silencio conoceremos la alegría de la Navidad.

“Jesús nacerá de María, comprometida con José, hijo de David” (Mateo 1, 18–24)
Autor:
Monseñor Sergio Pulido Gutiérrez