Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
Jesús les respondió:
«Vayan a anunciar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos anda; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!»
( Mateo 11, 2-11 )
Susurramos con calma las palabras del evangelio de este tercer Domingo de Adviento, haciéndolas pasar poco a poco de la lengua a la mente, de la mente al corazón.
Gustamos con calma algunas de estas palabras...
Estamos junto a Jesús y escuchamos lo que le piden los discípulos de Juan: es una pregunta seria, de las que pueden cambiar la historia.
La respuesta de Jesús tiene un tono tranquilo, pero nos hiere el corazón como una flecha: la cosa está clara, ¡él, Jesús de Nazaret, es el Mesías esperado!
Deja que las preguntas, las dudas, los deseos y las esperanzas corran libremente en torno a la Palabra de Jesús. Deja que se encuentren con ella.
Alguna vez saldrá una respuesta, aunque sea parcial: no en las argumentaciones racionales y lógicas, sino mirando bien en la cara “A Áquel que viene” y que te está hablando ahora.
No te canses de repetir en voz baja su Palabra y de guardarla en el corazón, más allá de todas las dudas y problemas de la vida.
Sergio Pulido Gutiérrez, Mons.
Canónigo Catedral Primada y Párroco de San Luis Beltrán