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  DOMINGO DE ADVIENTO Domingo 11 de diciembre de 2022

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Los expertos nos hablan de un curioso fenómeno lingüístico propio de nuestros días. En pocos años se ha extendido en las sociedades desarrolladas un lenguaje de carácter técnico, aséptico y eufemista para hablar de quienes sufren problemas o enfermedades.

Así, en la sociedad moderna ya no hay pobres, sino gente “económicamente débil”, no hay viejos, sino personas que han llegado a la “tercera edad”; los ciegos son ahora “invidentes” y los moribundos sólo son “enfermos en fase terminal”; los que viven sin techo se han convertido en “habitantes de la calle”; los negros son ahora afortunadamente “personas de color” y las criadas han alcanzado la dignidad de «colaboradoras domésticas».

Tal vez este lenguaje refleja, sin duda, una actitud más respetuosa y cuidada hacia esas personas, pero puede favorecer, al mismo tiempo, una postura más elegante, distante y tranquilizadora pues, de alguna manera, disimula el sufrimiento y la tragedia.

Por eso, quiero recordar hoy la verdad: el amor al que sufre no consiste en usar palabras bonitas, correctas y amables, sino en ayudarle con obras. Lo dice ya un escrito del Nuevo Testamento: “Hijos míos, no amen de palabra ni con la boca, sino con hechos y de verdad”.

Y el Evangelio de hoy también es muy claro. El profeta Juan Bautista envía a sus discípulos para hacerle a Jesús una pregunta decisiva: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Jesús no responde con un bonito discurso teórico. Lo importante para captar su identidad no son las palabras, sino los hechos. “Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”.

Lo que identifica al verdadero Mesías–Salvador y a quienes lo seguimos es nuestro servicio a los que sufren; no las bellas palabras, sino las obras. He leído que el filósofo danés S. Kierkeegard comienza uno de sus tratados con estas palabras: ”Estas son reflexiones cristianas. Por eso, no se habla aquí de amor sino de las obras del amor”. Es genial y bello. El amor cristiano al que sufre no es un amor, explicado, cantado, exaltado, poetizado, idealizado. El amor verdadero, no consiste en palabras, sino en hechos.

“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mateo 11, 2–11)
Autor:
Monseñor Sergio Pulido Gutiérrez