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DOMINGO 25º del Tiempo Ordinario Domingo 18 de septiembre de 2022

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”No pueden servir a Dios y al dinero”. Esta frase de Jesús es bien conocida. Nadie duda de su autenticidad. Al contrario, es la sentencia que mejor refleja la actitud de Jesús ante el dinero. Por otra parte, la claridad y contundencia con que Jesús se expresa excluye todo intento de suavizar su sentido: ”No pueden servir a Dios y al dinero”.

Hoy se habla mucho de la crisis religiosa provocada por el agnosticismo. El agnosticismo es la doctrina de que es imposible conocer o probar la existencia de Dios. La palabra “agnóstico” significa esencialmente “sin conocimiento”. El agnosticismo es una postura intelectualmente atea, es decir, declara que Dios no existe. Pero no podemos olvidar que el “alejamiento” de Dios tiene su origen, no en el agnosticismo, sino en el poder seductor del dinero. Y según Jesús, quien se ata al dinero termina alejándose de Dios.

Estas palabras de Jesús buscan impactarnos oponiendo el señorío de Dios y el del dinero. No se puede ser fiel a Dios y vivir esclavo del dinero. La riqueza tiene un poder subyugador irresistible. Cuando el hombre, varón o mujer, entra en la dinámica del ganar siempre más y más… el dinero termina sustituyendo a Dios y exigiendo obediencia absoluta. En esa vida ya no reina el Dios que pide amor y solidaridad, sino el dinero que sólo mira el propio interés.

Los exégetas han analizado con rigor este texto. El “dinero” viene designado con el término de “mammona”, que sólo aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento y siempre en boca de Jesús. Se trata de un término que proviene de la raíz aramea “aman” (confiar, apoyarse) y significa cualquier riqueza en la que el individuo apoya su existencia. El pensamiento de Jesús aparece así con más claridad: cuando una persona hace del dinero la orientación fundamental de su vida, cuando una persona hace del dinero su único punto de apoyo y su única meta, entonces el único Dios vivo y verdadero desaparece de su existencia.

La razón es sencilla. El corazón de la persona atrapada por el dinero se endurece. Tiende a buscar sólo su propio interés, no piensa en el sufrimiento y la necesidad de los demás. En su vida no hay lugar para el amor desinteresado, incondicional y la solidaridad. Por eso mismo, no hay lugar para un Dios Padre de todos.

”… No pueden servir a Dios y al dinero...” (Lucas 16, 1-13)
Autor:
Monseñor Sergio Pulido Gutiérrez